Ayer, 26 de marzo de 2012 alrededor de las 5 y media de la
tarde, Olga Román Amaya nos dio su último aliento, después de tanto aguantar su
cuerpo se rindió, logró despedirse de 5 de sus hijos que estaban presentes e
irse al descanso eterno junto a ellos.
Qué puedo decir, mi madre pedía consuelo y yo la sustentaba
como podía, me decía:
-No te imaginas lo que se siente.
Y creo que sí lo sé, también el perder a mi abuela me duele,
y digo creo que lo sé porque puedo imaginar cuando Dios llame a mi madre, sé bien
cómo estaré.
Los últimos meses fueron duros para todos, más aun para las
hijas e hijos, Olguita la pasó postrada en su cama, el viernes pasado la
intervinieron y ayer, se nos fue.
Cómo no extrañarla, si era tan hermoso llegar cada domingo (eso
cuando podíamos) y ver que ella nos reunía a todos, comiendo en familia, con
esos sabores y olores tan especiales en casa de Olguita. Sus famosos tamalitos,
el mole tan especial, todas esas "botanitas" que creaba cuando
llegábamos, ay, abue, no solo por comida te extrañamos, pero ahí es, en cada
bocado estaba tu amor, ese amor de madre que desea consentir a sus hijos con su
cocina tan peculiar.
El día que me despedí de ti, te dije: te quiero, me miraste
a los ojos y con tu sonrisita me dijiste que tú también, ten por seguro que tu
paso en esta vida nos marcó con tantos bellos momentos, y que todos nosotros los
vivimos juntos. Hay muchos detalles, y quizá pequeñas cosas, eso que parecía que
no era importante, es lo que ahora invade mi mente al recordarte, como tu mano
en mi rostro cuando te daba un beso al despedirme para ir a casa.
Olguita, es terrible imaginar que la vida puede terminar en
un segundo, como dicen las Santas Escrituras, polvo somos y podemos esparcirnos
en un momento, nada traemos, nada nos llevamos, solo lo que había dentro, y así
se siente, que te arrancan el corazón, que te despedazas por dentro, que te
hundes.
Ojalá pudiera devolver el tiempo para verte de nuevo y darte
un abrazo eterno, pero comprendo que Dios te ha llamado para estar a su lado, para
estar por fin con tu hijo querido, sé que llegó tu tiempo, que el Señor así lo
quiso, perdónenme, pero nunca pensé que doliera tanto.
Sé que nos quieres ver felices y sin derramar lágrimas, sé
que estás en un mejor lugar, con tu Padre Eterno, ahí donde existe paz, donde no
hay maldad, donde puedes descansar, sé que donde estás es bello y que algún día
todos nos reuniremos contigo.
Gracias a todos quienes nos acompañaron en nuestro dolor.
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