El coyote inválido

El ser de un grupo intelectual es también disfrutar de todas las cosas que se hacen en la vida por absurdas que parezcan. Qué hueva ver solo películas de muestra, no sentir la pasión de algún deporte y escuchar música solo por pose. ¡Buuu! En este blog sólo expreso mis opiniones y observaciones muy, pero muy particulares, pero todo al estilo COYOTE.
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jueves, 1 de marzo de 2012

De Raymundo a Efraín

Este es un mail que mandó Raymundo Zenteno de Radio Ombligo a Efraín Bartolomé el 28 de febrero de 2012.





Querido Efraín,

pese a mi prodigiosa mala memoria recuerdo cuando recibiste el Premio Chiapas, en 1998 en el Teatro de la Ciudad de los Conejos. Recuerdo que escribí un textito que fue publicado en el Este Sur, donde culpaba de todo a tu padre, por ponerte nombre de poeta. ¡Así quién no! Recuerdo tu blanca presencia en el Teatro de la Ciudad. Y tus barbas, todavía todas negras. Y a tu Pilla emocionada.

Y no podré olvidar jamás mi vergüenza por el asunto de las fotos: Mi cámara estaba descompuesta y Paco Méndez me prestó la suya, una automática. Te vacié un rollo en blanco y negro, allá en tu casa de Ocosingo: cuando abrazaste a tu ceiba, cuando nos presumiste tu anfiteatro, cuando posabas sin pena, como muchachito. ¡Estaba capturando al gran poeta! Pero, ay, todas las fotos salieron veladas, ni una buena, ni unita siquiera.

De estas cosas me acordaba el domingo, en el lobi del Teatro, mientras esperábamos la hora para comenzar nuestro festival Diez años con voz, por el décimo aniversario de Radiombligo. Me acordé de ti porque vi tu nombre entre los ilustres chiapanecos: Rosario Castellanos, Frans Blom, don Miguel, Jaime Sabines, Zeferino Nandayapa, Enoch Cancino. ¿Cómo se escribe Vleeschower?...

Tanto contento estaba mi mirar que hasta se me ocurrió un chiste: que al ganador de 1995, Thomas Lee Arvor le hubieran cambiado el orden de su nombre: Arvor Lee Thomas, para que sonara: Arbolito... Ya sabemos que tiene tamaño de roble. Estaba, pues, jugando, admirando, intentando recordar nombres y obra, curioseando un poco.

Luego llamó mi atención que a los premiados de 2011, por vez primera en la historia del Premio, les colgaron el Maestro, Maestra, Doctor. Entonces imaginé que platicaban Iram Rumbia con Jan de Vos. Y que el primero le decía al segundo que qué injusticia, Por qué sólo a ellos. Pero Jan respondía risueño: Pero, Iram, si tu nombre pesa ya tanto para que echarle más carga. Y Rosario ayudaba:

Iba en ese punto de mi pensamiento cuando observé que las letras de los nuevos premiados, los de 2011, se veían distintas, así como hierro machacado. Y me pareció bonito. Pero no me quedé ahí. Acaricié la letra para sentir el trabajo del forjador, su martilleo.

¡Se hundió mi dedo! Pensé que tal vez, por mi contacto con los niños en nuestro día de fiesta, me había vuelto súper poderoso. Como éramos una gran banda radiombliguera llamé a otros y les pedí que, discretamente y con cuidado tocaran las letras. Hasta con los niños el resultado fue el mismo: se hundió el dedito. ¡Eran letras de unicel!

Entonces fue el escándalo: los Ilustres, hasta los que habían permanecido en silencio, se asomaban, miraban, preguntaban, querían saber si era verdad. Cuando comprobaron lo falso del asunto; es decir, lo cierto del asunto, unos opinaron que era una falta de respeto a la Historia, las Ciencias y las Artes de Chiapas. Otros, la mayoría, soltaron risitas que yo interpreté como burlonas. Y hasta los vi brindar de que por fin algo interesante estaba sucediendo en el mundo de las letras.

Me habría gustado tener el humor de ellos. Pero no, el cabeza dura de mí se indignó. Y dije: pensemos que la Dra. Rocío Meza, la Mtra Concetta Costanzo y los Mtros. José Antonio Valera y Manuel Suaznavar tienen tantos méritos como sus antecesores premiados. ¿No es una ofensa para ellos que el Estado no haya podido pagar letras de un material metálico para luego bañarlas en tintura áurea? ¿Será que a nadie se le ocurrió, si el bronce es muy caro, usar madera? Ya no digamos cedro, caoba, hormiguillo. Con triplay habría bastado para imitar la dureza del bronce y engañarnos con un poquito de mayor calidad.

Me pregunto si el gobernador Juan Sabines ya lo sabía, lo de las letras de utilería. Ignoro quiénes se encargan de estas cosas, si alguien quiso engañar a alguien, si existe una factura que hable de un gasto de miles por algo que costó poquito. ¿Fue un intencionado ahorro porque de todos modos las letras ni de oro son?

Esa noche del Ombligo, entre la alegría de ver los montones de familia que llenarían el teatro media hora más tarde, mostré a muchos el hallazgo de las letras de mentira. Ya se platica por las redes sociales y en charlas de amigos en los cafecitos. Antes que se haga el murmureo y aparezca mi nombre como el de alguien que anda tirando aceite, como dicen mis amigos albañiles de Terán, pues te lo cuento yo mismo.

¿Te habría gustado tu nombre con letras en negro hormiguillo y el acento, de Efraín, en cedro rojo (o pintadito de rojo)?

Pd. Dice la Thania Herbert que vivimos momentos tan críticos que escribir sobre esto, de los nombres de oropel, es asunto menor, mero desperdicio. Tal vez tiene razón. Pero no sé. Y porque no sé te pregunto a ti, Efraín, que eres asunto mayor en esto de las Letras Doradas de Chiapas.

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